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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

pues tiene más confianza que el otro en llevar a cabo esto.

Neoptólemo.—¿Y por qué razón los atridas, después de tanto tiempo, se preocupan de éste a quien mucho ha que tenian abandonado? ¿Qué deseo les ha venido? ¿Es el poder y la venganza de los dioses, que castigan las malas obras?

El Mercader.—Yo te diré todo esto, ya que parece que no lo sabes. Habla un adivino de noble origen, pues era hijo de Priamo y tenía por nombre Heleno, que habiendo salido una noche solo, faó cogido por ese que está acostumbrado a oir todo dicterio denigrativo e insultante, o sea el dologo Ulises; y llevándolo atado, lo presentó en medio de los aqueos como excelente presa. Ese les hizo toda suerte de predicciones, y les dijo que nunca destruirian la ciudadela de Troys si no seeaban a éste, persuadiéndole con razones, desde esta isla en que habita ahora. Y apenas oyó el hijo de Laertes decir esto al adivino, prometió a los aqueos que les pondria delante a este hombre, que llevaria él. Creia apoderarse de éste de buen grado, y si no cediera, a la fuerza; y ha puesto su cabeza a disposición del que se la quiera cortar, si no lo logra: Ya lo sabes todo, hijo; y te aconsejó que te vayas pronto, llevándote a todo aquel por quien tengas interés.

Filoctetes.—Ay, pobre de mt! De modo que ése, que es todo un criminal, dha prometido llevarme persuadido ante los aqueos? Ast me dejaré persuadir, eomo si después de muerto pudiera sacarme del infierno a la luz, como el padre de aquél[1].


  1. Es decir, como Sísifo, de quien se dice que antes de morir convenció a su esposa para que le dejara insepulto, y que como, efectivamente, su cadáver no recibió sepultura, se quejó al dios de