Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/320

Esta página no ha sido corregida
300
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

marinero de tu nave y extranjero el otro, vienen; oidles primero, y luego entraréis.

Un Mercader.—¡Hijo de Aquiles!, a este compañero tuyo que con otros dos estaba cuidando de tu nave, le mando que me dijera donde te ballabas, ya que sin pensarlo y sólo por la casualldad te encontré al abordar en esta orilla. Pues como patrón de una pequeña flota, voy navegando desde Troya bacia mi patria, que es Pepåreto, la de feraces viñas; y cuando supe que todos estos marineros van contigo en la nave, crei que no debía continuar en silencio mi viaje sin darte antes una noticia, a cambio de las debidas albricias. Tal vez tú no sepas nada de lo que a ti mismo se refiere, y es que los argivos celebran nuevos consejos acerca de ti; y no sólo consejos, sino obras paestas ya en práctica y que se llevan a cabo con actividad.

Neoptólemo.—Pues el agradecimiento a tu solicitud, ¡oh extranjero!, si yo no soy un malvado, persistirá en mi amistad. Pero explicabe lo que me ibas a decir, para que sepa la reciente determinación de los argivos, que me traes.

El Mercader.—Han salido con una flota, en tu persecución, Fénix el viejo y los hijos de Teseo.

Neoptólemo.—¿Para hacerme volver a la fuerza, o convencerme por sus razones?

El Mercader.—No so; lo que of es lo que te cuento.

Neoptólemo.—¿Y es posible que Fénix y los que con él aavegan, así tan resueltamente estén dispuestos a hacer eso por complacer a los atridas?

El Mercader.—Que lo están haciendo ya, es lo que has de saber; no que se preparen a hacerlo.

Neoptólemo.—¿Y cómo para esa empresa no se presentó Ulises espontáneamente, dispuesto a navegar? ¿Es que el miedo le cohibió?