Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/312

Esta página no ha sido corregida
292
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

cuando desde la isla de Crisa abordaron en esta con su flota. Entonces, cuando vieron que yo, después de gran marejada, me dormi profundamente al abrigo de una roca de la orilla, me abandonaron y se marcharon, de-. jándome, como si fuera un mendigo, unos pocos, andrajos y algo también de comida, poca cosa, lo que ojalá lleguen ellos a tener! Tú, hijo, ¿cuál crees que fué mi situación al despertar de mi sueño, cuando ellos ya 88. hablan ido? ¿Cuál fué mi llanto? ¿Cuánto lloré mi desgracia al ver que las naves que yo gobernaba se habían ido todas, y que en este sitio no había nadis que me pudiera servir ni aliviar en el sufrimiento de mi enfermedad? Mirando por todas partes, no encontraba más que la aflicción ante mi, y de ella gran abundancia, ¡oh hijo! El tiempo avanzaba sin cesar mi sufrimiento, y fué preciso que en esta miserable vivienda yo solo me gobernase. Para el vientre, este arco me ha proporcionado lo que necesitaba, hiriendo aladas palomas; pero para recoger la pieza que me derribaba la fecha que el nervio lanzaba, yo mismo, sufriendo, tenia que serpentear haciendo eses y arrastrando este desdichado pie, por si podía cogerla. Y cuando sentia necesidad de beber, o de desgarrar algo de leña en la época de las escarchas, como sucede en invierno, lo hacia arrastrándome miserablemente. Además, no tenia fuego; pero frotando piedra con piedra sacaba, con gran fatiga, la oculta lumbre que me salvaba siempre; asi que la caverna que habito y el fuego me suministran todo lo que necesito, menos la curación de la llaga. Ahora, tob hijo!, vas a enterarte de las condiciones de esta isla: en ella no aborda voluntariamente ningún navegante; porque ni hay puerto, ni lugar en que se pueda hacer ganancia con el comercio, ni donde uno pueda hospedarse. No navegan, pucs, hacia ella los expertos navegantes.