Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/309

Esta página no ha sido corregida
289
FILOCTETES

¿Qué sitin, qué morada, qué pista lleva? ¿Está en la cueva o fuera de ella?

Neoptólemo.—Esa caverna que ves con dos entredas, una a cada larto, es su pétrea morada.

Coro.—¿Y adónde el infeliz ese se ha ausentado ahora?

Neoptólemo.—Para mi es cosa cierta que, buscando qué comer, se va arrastrando por esa senda que hay ahl: cerca. Tal, según dicen, es la manera que tiene de vivir el miserable, cazando bestias a duras penas con vola. doras flechas, sin que nadie le lleve remedio alguno a su mal.

Coro.—Me compadezco de él pensando como, sin h& ber ningún mortal que le cuide, ni tener a nadie en su compañía - el infeliz siempre solo -, sufre dolencia cruel; porque debe desesperarse siempre que se le presente ocasión de satisfacer alguna necesidad. ¿Cómo, pues, como el infeliz resiste? ¡Oh castigo divino! ¡Cuán desdichados son los hombres que no llevan una vida moderada! Éste, que por la nobleza de su familia, tal vez, a nadie cede, falto de todo, pasa aqui la vida solo y apartado de todo el mundo, entre abigarradas e birsutas fieras, atormentado a la vez por los dolores y el hambre, y lleno de irremediables inquietudes; sólo el indiscreto eco de esta montaña, que repercute a lo lejos, contesta & sus amargos lamentos.

Neoptólemo.—Nada de esto me causa admiración. Es voluntad de los dioses, si yo no estoy equivocado. La cruel Crisa ha descargado sobre él todas esas calamidades. Y lo que ahora sufre, sin que nadie se cuide de él, no es posible que sacoda sino por la solicitud de alguno de los dioses, para que no lance sus divinas e invencibles flechas sobre Troya antes de que llegue el tiempo en el que se dice que por ellas ha de ser ésta conquistada.