Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/306

Esta página ha sido corregida
286
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

puedo negar. De manera que si él, en posesión de su arco, me llega a ver, estoy perdido y te pierdo a tí a la vez. Por esto mismo es menester que emplees mucha astucia para que le quites esas invencibles armes. Yo bien sé, hijo, que por tu índole no eres a propósito para decir mentiras ni cometer villanías; pero ya que dulce cosa es alcanzar la victoria, atrévete a ello; que en adelante ya procuraremos ser sinceros, Pero ahora déjate llevar de mí, arrinconando la vergüenza durante una pequeña parte del día; y luego, en adelante, procura que te llamen el más virtuoso de todos los hombres.

Neoptólemo.—Yo, en verdad, hijo de Laertes, aquello que en conversación no me gusta oir, es lo que tengo horror de hacer; pues soy de índole tal, que no puedo hacer nada valiéndome de malas artes; ni tampoco, según dicen, el padre que me engendró. Pero estoy dispuesto a llevarme por la fuerza a este hombre y no con engaños; pues él con un solo pie, siendo nosotros tantos como somos, no podrá dominarnos a la fuerza. En verdad que habiendo venido como ayudante tuyo, temo que me llamen traidor; pero prefiero, ¡oh rey!, no alcanzar buen éxito por proceder honradamente, a triunfar con malos medios.

Ulises.—De noble padre has nacido, niño; yo también, cuando era joven, dejaba la lengua ociosa y hacia obrar a la mano; mas ahora, al tocar la realidad, veo que entre los hombres, la lengua, no el trabajo, es la que todo lo gobierna.

Neoptólemo.—¿Qué es, pues, lo que me mandas, sino que diga mentiras?

Ulises.—Te digo que te apoderes de Filoctetes con astucia.

Neoptólemo.—¿Y por qué le he de tratar con engaño, mejor que convenciéndolo?