Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/305

Esta página ha sido corregida
285
FILOCTETES

pueda andar lejos? Así que, o se ha salido a buscarse alimento, o ver si en alguna parte encuentra alguna hoja que le calme el dolor. A ese que te acompaña envíalo a que lo busque, no sea que, sin darme yo cuenta, caiga sobre mí; pues mucho más quisiera él apoderarse de mí que de todos los demás griegos.

Neoptólemo.—Ya se va, y vigilará bien la senda. Tú, si algo necesitas, manda de nuevo.

Ulises.—¡Hijo de Aquiles!, para lo que aquí has venido es preciso que demuestres valor, no sólo con tu brazo, sino también que si me oyes algo nuevo que antes no hayas oído, te sometas a ello como ayudante mío que eres.

Neoptólemo.—¿Qué más me ordentas?

Ulises.—A Filoctetes es preciso que le engañes con tus razonamientos. Cuando te pregunte quién eres y de dónde vienes, dile que hijo de Aquiles —esto no has de ocultarlo— que navegas hacia tu casa, habiendo abandonado el campamento naval de los aqueos, a quienes tienes rencoroso odio, porque después de haberte pedido con súplicas que hicieras el viaje desde tu patria, como que tú eras el único recurso que tenían para la toma de Troya, al llegar a ella no se dignaron darte las armas de Aquiles que con justicia pedías, sino que se las concedieron a Ulises; y le dices de mi cuanto quieras, hasta las más estupendas infamias. De ellas ninguna me apenará; pues si no haces esto, ocasionarás daño a todos los argivos. Porque si no te apoderas del arco de este, no te va a ser posible destruir la ciudad de Dárdano. Y que yo no pueda, pero tú si, mantener con éste conversación que le merezca fe y nos dé seguro resultado, vas a verlo. Tú has atravesado el mar sin obligarte con juramento, ni por necesidad; no eres tampoco de la primera expedición. Yo, de todo esto, nada