Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/292

Esta página no ha sido corregida
272
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

de to enfurecido padre, que vive aletargado. Comprimete, pues; échate un punto en la boca.

Hil-lo.—¿Qué dices, anciano? ¿Vive?

Un Anciano.—Que no despiertes al que se halla poseido del sueño, ni excites y renueves su intermitente y cruel dolor, ¡oh bijo!

Hil-lo.—Pero sobre mi pesa inmensa pena; divaga mi mente.

Hércules.—¡Oh Júpiter! ¿A qué parte de la tierra he llegado? ¿Entre qué gentes me encuentro, maltratado por incesantes dolores? ¡Ay de mi, cuánto sufro! La brutal enfermedad me devora de nuevo. ¡Hay! EL ANCIANO. - ¿No te adverţi cuánta era la conveniencia de guardar silencio y no ahuyentarle el sueño de los ojos?

Hil-lo.—No sé cómo aguantar la desgracia que estoy viendo.

Hércules.—Oh pedestal de los altares cereos, qué.. pago has dado a este infeliz por tan excelsos sacrificios! ¡Oh Júpiter, qué afrenta más atroz me has inferido; y tal, que yo, pobre de mí, no merecia haber visto con mis ojos esta insanable eflorescencia de los humores en que ine hallot Pues aqué encantador, quien que practique el arte de curar, podrá aliviarme de esta enfermedad, si no es Júpiter? Milagro seria si viera esto, aunque tarde. ¡Ah, ah! Dejadme, dejad descansar a este malhadado; dejad que por última vez se daerma. ¿Dónde me tocas? ¿Hacia dónde me inclinas? Me matas, me matas, Recrudeces el mal que dormia. Me ataca, tototoi; me invade de nuevo. ¿Dónde estáis, ¡oh vosotros!, los más pérfidos malhechores de la Grecia, por quienes yo tantas veces he ido errante como un ganapån, limpiando de monstruos el mar y todos los bosques, si ahora que asi estoy sufriendo no hay ni uno