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LAS TRAQUINIAS

rado esto, si os parece que no ha de ser obra inútil; que si no, me abstengo de ello.

Coro.—Si tienes alguna fe en los medios que pones en práctica, nos parece que no has pensado mal. DØYANIRA. - Ea fe que en ellos tengo es tal, que sólo se funda en mi creencia; pues la prueba nunca la hice.

Coro.—Pues para cerciorarte, menester es que la hagas; porque aunque lo presumas, no puedos tener certeza sin haber hecho la experiencia. DØYANIRA. - Pues pronto nos cercioraramos; que ya veo salir a éste, y cordendo se irá. Sólo os pido que calléis bien todo esto; porque aunque uno cometa torpeza, si lo hace secretamente, no se expone a la vorm güenza

Lica.—¿Qué he de hacer? Dimelo, hija de Eneo, que ya estoy aqui mucho tiempo retrasando mi salida. DAYANIRA. - Pues aquí tienes lo que te he preparado, Llca, mientras tú en palacio hablabas con las huéspedas. Vas a llevar de mi parte esta túnica de fino y delicado tejido, que como regalo de mis propias manos envio a aquel hombre. Y al dársela, le adviertes que ningún mortal, antes que él, se vista el cuerpo con ella, y que no le dé ni la luz del sol, ni la del sagrado recinto, ni la llama del hogar, hasta que él se adorne con ella cuando públicamente se presente ante los dioses en el dia en que haya de inmolar los toros. Pues así lo tenía prometido: que el dia en que me lo viera salvo en casa, O me enterara con toda certeza de su venida, lo vestiria con esta túnica y presentarla a los dioses un nuevo sacrificador con traje nuevo. Y de esto te llevarás la señal, que él fácilmente conocera, impresa en la plica del sello. Anda, pues, y guarda ante todo la ley de no desear hacer más de lo que debe un mensajero, para į