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LAS TRAQUINIAS

ocasión se lanzaron en la arena, deseosos del tálamo nupcial. Y sola la diosa que alegra el lecho, en medio de la arena, Venus, era el juez del combate a que asistia, Allí de las manos, alli de las flechas el rechinar tué, al chocar con los taurinos cuernos. Era de ver los asaltos que se daban y los mortales golpes que en la frente se inferian, y el rugir de los dos. Y la hermosa y tierna doncella, en un otero que algo lejos se divisaba, estaba Bentada esperando al que habla de ser su marido. Y yo. cuento esto tal como si fuera madre: que la disputada novia fija los ojos en uno y espera pacientemente å otro; y lejos de su madre se ausenta como becerra abandonada.

Deyanira.—Amigas mias, mientras el huésped se está despidiendo en palacio de las cautivas muchachas, como para irse ya, me he salido yo aquí fuera para manifestaros secretamente el ardid que con mis manos he preparado; y también para llorar con vosotras las penas que me afligen. Pyes no creo que a una virgen, sino a una casada, he recibido en mi hogar, la cual, como afrentosa mercancía que obligan a cargar al patrón de un buque, posa horriblemente sobre mi corazón. Y ahora somos dos esperando el calor de unos mismos abrazos, Tal es el pago que Hércules, el tan fiel y tan bueno, según me declan, envía a su esposa, en premio de los cuidados que al frente de la casa ha tenido durante tan largo tiempo. Y yo no acierto a enojarme con él, que tantas veces ha sufrido del mismo achaque que ahora; pero conviviendo en la misrna casa, qué mujer podrá aguantar a la que con ella ha de compartir el lecho conyugal? Veo además a ella en la fior de la juventud, mientras la mia se va marchitando ya; y hacia los encantos de aquella suelen dirigirse los ojos, mientras se apartan de osta. Por eso tempo que Hércules se