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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

eres desconsiderada, te diré toda la verdad, sin oonltar nada. Es así como este hombre dice. El impetuoso amor de ésta penetró en Hércules, y por ella yace arruinada y fué devastada Ecalia, su patria. Y esto - menester es, pues, que en pro de Hércules lo diga, ni me dijo que lo ocultara, ni lo ha negado él jamás; sino que yo mismo, ¡oh señora!, temiendo afligir tu corazón con este relato, cometi tal falta, si es que por falta la estimas. Y puesto que ya de todo sabes la verdad, en interés de tu marido y en el tuyo propio, resignate a vivir con esta mujer; y procura cumplir firmemente todo lo que me has dicho acerca de ella, ya que él, que en todo lo demás ha triunfado siempre por el valor de sus brazos, ha sido completamente dominado por el amor de esa mujer.

Deyanira.—Pues tal es lo que yo pienso, y asi lo haré; que otra calamidad no quiero atraer sobre mi, luchando en vano contra los dioses. Pero entremos en palacio para que te lleves mi mensaje, y también los regalos con que debo corresponder a los que has traido. Pues no está bien que te vayas con las manos vacías, habiendo venido con tan rico cortejo.

Coro.—Grande es su fuerza: Venus se lleva la victoria siempre: Sus triunfos sobre los dioses los paso por alto; cómo engañó a Júpiter, tampoco lo he de decir, ni al tenebroso Plutón, ni a Neptuno el sacudidor de la tierra. Pero por la posesión de esta mujer, ¿cuán robustos no fueron los dos adversarios que se presentaron para casarse con ella, y los golpes que se dieron y el polvo que levantaron por el premio del certamen? Era uno el Aqueloo de los eniadas, impetuoso rio en forma do toro con cuatro pies y altos cuernos; el otro, hijo de Júpiter, venia de la báquica Tebas, blandiendo su fiexible arco y lanza y clava. Los dos en aquella