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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

después que 88 ausentara del pats; (pues o debia morir en ese tiempo, o si pasaba de él, vivir hasta el fin de su vida en completa tranquilidad). Asi me manifestó que log dioses habian decretado el fin de los herculeos trabajos, según dijo que la afiosa haya habla anunciado en Dodona por medio de dos palomas. Y la verdad de todo esto ha de saberse en estos días, que es cuando debe tener cumplimiento; de modo que, sin poder conciliar el sueño, salto de la cama aterrorizada, ¡oh amigas!, del miedo que me asalta si he de quedarme vinda del más valiente de los hombres.

Coro.—Ten por ahora buena esperanza; porque coronado veo que viene un mensajero con la alegria de buenas nuevas.

El Mensajero.—Mi señora Deyanira: soy el primeto que con mi noticia te libraré de tu inquietud: sabe que vive el hijo de Alcumena, y victorioso está ofreciendo las primicias de su triunfo a los dioses de este pais.

Deyanira.—Qué dices, anciano?

El Mensajero.—Que pronto llegará a palacio tu muy querido esposo, lleno de gloria con el esplendor del triunfo. DØYANIRA.- ¿Y de quién sabes lo que me dices? ¿De algün ciudadano o de un extranjero?

El Mensajero.—En el prado donde pacen los bueFes estå Lica, el heraldo, contando a muchos estas nuevas. Yo en seguida que se las ol, me vine corriendo para ser el primero en darte la noticia y poder obtener de ti albricias captándome tu favor.

Deyanira.—¿Y como él no está aqui pa, si trae buenas nuevas?

El Mensajero.—No le es tan fácil, mujer; porque rodeado por todo el pueblo meliense, le acosan & pre