Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/261

Esta página no ha sido corregida
241
ANTÍGONA

Creonte.—Venga, vengal Aparezca el ultimo y más deseado de mis infortunios, trayéndome el fin de mis días! ¡Venga, venga, para que ya no vea otro sol!

Coro.—Esas cosas están por venir. De las presentes conviene que nos preocupemos; pues de las otras, ya cuidarán aquellos que deben cuidarse.

Creonte.—Pero lo que deseo es lo que pido en mis súplicas.

Coro.—Pues no pidas nada; que de la suerte que el destino tenga asignada a los mortales, no hay quien pueda evadirse.

Creonte.—Echad de aquí a un hombre inútil, que, jay, hijo!, te querer; y a ésta también, ¡Pobre de mil No sé hacia que lado deba inclinarme, porque todo lo que tocan mis manos se vuelve contra mi; sobre mi cabeza descargó intolerable fatalidad.

Coro.—La prudencia es la primera condición para la felicidad; y es menester, en todo lo que a los dioses se refiere, no cometer impiedad; pues las insolentes bravatas que castigan a los soberbios con atroces desgracias, les eriseñan a ser prudentes en la vejez.