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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

Qué valor es ensañarse en un muerto? Llevado de mis buenos sentimientos para contigo, te aconsejo bien; y el hacer caso del que bien aconseja, es cosa muy grata si el consejo es provechoso.

Creonte.—¡Oh anciano! Todos, como arqueros al blanco, disparais contra mi; y ni siquiera he quedado libre de tu arte adivinatorio, porque he sido vendido y traicionado por mis parientes hace ya tiempo; lucraos, comprad el electro de Sardes si queréis, y el oro de la India; pero a ése no entorraréis en sépultura: ni aunque las águilas de Júpiter, arrebatándolo, se lo quisieran llevar para pasto al trono del mismo dios, ni aun asi—sin temor ninguno de cometer sacrilegio- permitiré yo que sepulten a ése; pues bien sé que emancillar a los dioses no puede ningún mortal. Y los hombres más hábiles, ich viejo Tiresias!, sųelen caer en vergonzosas caidas cuando exponen bollamente reprobables discursos, sólo por afán de lucro.

Tiresias.—¡Huy! ¿Acaso sabe algún hombro, acaso piensa...

Creonte.—¿Qué...?

Tiresias.—cuánto más vale el buen consejo que las riquezas?

Creonte.—Tanto, que yo creo que la necedad es el mayor de los males.

Tiresias.—De ese mal, no obstante, estás tú lleno.

Creonte.—No quiero a un adivino, aunque me inju. rie, injuriar.

Tiresias.—Pues eso haces al decir que mis adivinaciones son falsas.

Creonte.—Porque toda la raza de los adivinos es amiga del dinero.

Tiresias.—Y la de los tiranos desea enriquecerse torpemente.