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ANTÍGONA

que cuantos árboles ceden, conservan sus'ramaa; pero los que resistent, son arrancados con sus mismas raices. Asimismo, el que atesando firmemente la bolina no quiere ceder, hace que zozobre la nave y navega en adelante en las tablas. Cede, pues, y da largas a tu enojo. Pieg si algún consejo, a pesar de ser tan joven, me asiste, afirmo yo que seria lo mejor que todo hombre naciera henchido de sabiduría; pero que como esto no Buele suceder asi, bueno es aprender de los que bien te aconsejan.

Coro.—Rey, conviene que si algo oportuno dice éste, lo atiendas; y también éste a ti, pues los dos habéis hablado bien.

Creonte.—Llegados a esta edad, ¿tendremos que aprender prudencia de un jovencito imberbe como éste

Hemón.—..No en lo que no sea justo; que aunque sea más joven, no se debe mirar a la edad, sino al consejo.

Creonte.—¿Y tu consejo es que honremos a los sediciosos?

Hemón.—Nunca aconsejaro yo honrar a los malvados.

Creonte.—Pues ésta, gno ha sido sorprendida en tal malicia?

Hemón.—No dice ego ningún ciudadano de Tebas.

Creonte.—IQuél, dla ciudad es la que me he de decir lo que debo disponer?

Hemón.—¿Ves cómo eso.qus han dicho es propio de un imberbe?

Creonte.—¿Pero es que yo he de gobernar esta tierra por el consejo de otro y no por el mio?

Hemón.—No hay ciudad que se balle constituída por un solo hombre.

Creonte.—¿No se dice que la ciudad es del que manda? f