Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/237

Esta página no ha sido corregida
217
ANTÍGONA

Antígona.—Quién sabe si alli bajo estas mis obras son santas?

Creonte.—Nunca el enemigo, 'ni después de muerto, es amigo.

Antígona.—No he nacido para compartir odio, sino amor.

Creonte.—Pues bajando al infierno, si necesidad tienes de amar, ama a los muertos; que vivierdo yo, no mandará una mujer.

Coro.—Ya en la puerta tienes a Ismena derramando lágrimas de amor por su hermana; la nube de dolor que le oprime los qjos ensombrece su encendida cara, bañándole las hermosas mejillas.

Creonte.—¡Tú, la que deslizandote por palacio como una vibora, sin advertirlo yo, me chapabas la sangre! No sabia yo que alimentara & dos furias que se revolvian contra mi trono. ¡Eal, dime ya: tú en este seper lio, ¿confiesas haber tenido parte, o juras que no lo sabías?

Ismena.—He hecho yo la cosa lo mismo que esta: obro de concierto con ella, tengo mi parte y respondo de mi culpa.

Antígona.—Pero no permitirá eso la Justicia, porque ni tú quisiste ni yo me puse de acuerdo contigo.

Ismena.—Pero en la desgracia en que te hallas no me avergüenzo de hacerme coparticipe de to sufrimiento.

Antígona.—De quién sea el hecho, Plutón y los dioses infernales lo saben. Yo, a la que ama do palabra, no la estimo por amiga.

Ismena.—No, ¡oh hermanal, me consideres indigna de morir contigo 'ni de haber ofrecido el sacrificio por el difunto.

Antígona.—Ni quiero que mueras conmigo, ni que!