Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/233

Esta página no ha sido corregida
213
ANTÍGONA

Creonte.—Llevas a ésta, como, donde la has cogido?

El Centinela.—Ésta sepultó al hombre; ya lo sabes todo.

Creonte.—Tienes conciencia y dices verdad en lo que afirmas?

El Centinela.—La vi dando sepultura al cadáver que tú habías prohibido que se sepultara. Hablo clara y expresamente?

Creonte.—¿Y cómo fue vista y cogida en flagrante?

El Centinela.—, - La cosa ocurrió de esta manera: cuando yo llegué asustado por las terribles amenazas tuyas, después de quitar todo el polvo que cubria al cadáver y dejar bien al desnudo el cuerpo, que estaba ya en putrefacción, nos apostamos en lo alto de un otero, resguardados del aire y bastante lejos para que no nos diera el mal olor de aquél, excitando a la vigilancia cada uno a su compañero con eficaces reproches, si es que alguien se descuidaba de su tarea. Esto duro hasta la hora en que en medio del cielo se coloca el brillante astro del día y abrasa el calor. Entonces, de repente, un tifon levantando de tierra terrible tempestad con un rayo que parecia grito del cielo, invadió la campiña, devastando el follaje de la campestre selva. Se llenó de polvo todo el aire; y nosotros, con los ojos ce. rrados, aguantábamos el castigo que el cielo nos enviaba. Cuando se apaciguó la tempestad, después de mucho tiempo, vimos a la muchacha que se quejaba dando agados lamentos, como el ave dolorida cuando advierte vacio el lecho de su nido por haberle arrebatado los. polluelos. Asi también ésta, cuando vio ol cadávor al desnudo, rompió en amargo llanto y lanzó horribles maldiciones contra los que le habian inferido el ultraje. Recogió en seguida con las manos polvo seco; y ver-