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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

Teseo.—Pues en seguida que uno cualquiera de mis criados, corriendo hacia los altares, haga que todo el pueblo, peones y jinetes, dejen el sacrificio y corran a rienda suelta al sitio en que los dos caminos de los mercaderes se reunen, para que no pasen de allí las niñas y venga yo a ser objeto de risa para ese extranjero si me subyuga a la fuerza. Corred como lo mando, a toda prisa; que a éste, yo, si me dejara llevar de la cólera como él lo merece, no dejaria escapar ileso de mis manos. Mas ahora vas a ser tratado con esas mismas leyes con que aqui has venido, y no con otras; porque no saldrás de esta tierra antes de que me pongas a las mucha chas aqui delante de mi, ya que lo que has hecho es indigno de ti, de los padres que te engendraron y de tu patria; pues habiendo venido a una ciudad que practica la justicia y nada hace fuera de ley, con desprecio de las autoridades de esta tierra, te lanzas así sobre ella y te llevas lo que quieres y lo retienes por fuerza: creías, sin duda, que mi ciudad estaba despoblada o que era esclava de otra y que yo era lo mismo que nada. Y en verdad que Tebas no te enseñó a ser malo, porque no suele ella educar hombres injustos; ni te aplaudirian sus ciudadanos si supieran que, menospreciando mis derechos y los de los dioses, te llevas a la fuerza a miserables suplicántes. Nunca yo, invadiendo tu tierra, ni aun cuando hubiera tenido los motivos más justificados, sin la voluntad del soberano, fuese quien fuese, robaria ni me llevaría nada de la región; porque sabría cómo debe portarse un extranjero con los ciudadanos. Pero tú, sin que ella lo merezca, deshonras a la ciudad, a la tuya propia; y es que a ti los muchos años, al par que te han envejecido, te han privado de la razón. Ya, pues, te lo dije antes y te lo repito ahora: a esas niñas, que las traiga aqui prontamente alguien, si no