Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/190

Esta página ha sido corregida
170
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

Edipo.—Lo más grato para mí es el que tú ni puedas convencerme a mí ni a éstos que están cerca.

Creonte.—¡Ay infeliz! Ni con la edad aprenderás a ser prudente jamás, sino que vives siendo oprobio de la vejez.

Edipo.—Hábil de lengua eres; pero yo no conozco ningún hombre justo que de todo hable bien.

Creonte.—Una cosa es hablar mucho y otra hablar a propósito.

Edipo.—¡Cuán breve y oportunamente lo dices tú ahora!

Creonte.—No ciertamente para quien piense lo mismo que tú.

Edipo.—Vete, que te lo mando también en nombre de éstos; y no te preocupes de mí, pensando en el sitio en que yo deba habitar.

Creonte.—Pongo por testigos a éstos, no a ti, que ya conocerás las palabras con que respondes a los amigos, si te cojo yo algún día.

Edipo.—¿Quién, contra la voluntad de estos aliados, me podrá coger?

Creonte.—Ciertamente tú, sin que te coja, lo sentirás.

Edipo.—¿Qué es eso con que me estás amenazando?

Creonte.—De tus dos hijas, a la una hace poco he dispuesto que se la lleven cautiva, y a la otra me la llevaré pronto.

Edipo.—¡Ay de mí!

Creonte.—Pronto tendrás motivos para lanzar más ayes.

Edipo.—¿A la otra hija mía has cogido?

Creonte.—Y a ésta, antes de mucho tiempo.

Edipo.—¡Oh extranjeros! ¿Qué pensáis hacer? ¿Acaso me traicionaréis y no arrojaréis a ese impio de esta tierra?