Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/180

Esta página ha sido corregida
160
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

Ismena.—Yo iré a hacerlo; pero quiero saber el sitio en que encontraré todo lo necesario.

Coro.—Del lado de allá del bosque, extranjera; si te falta alguna cosa, allí habita un hombre que te lo dirá.

Ismena.—A ello voy. Antigona, tú aquí cuida del padre; que los hijos no deben guardar memoria de las fatigas que pasen por el autor de sus días.

Coro.—Terrible es, ¡oh extranjero!, hacer revivir el dolor que de antiguo duerme; pero ya es tiempo de que me entere...

Edipo.—¿De qué?

Coro.—de la desgracia afrentosa e irremediable en que caíste.

Edipo.—No, querido amigo; te lo suplico por la hospitalidad que me has dado; no me hagas revelar hechos ignominiosos.

Coro.—Del rumor de tus infortunios que tan extendido estå y no cesa de propalarse, deseo, ¡oh extranjero!, oír una exacta información.

Edipo.—¡Ay de mí!

Coro.—Resignate, te lo suplico.

Edipo.—¡Huy, huy!

Coro.—Obedéceme; que yo te concederé todo lo que desees.

Edipo.—Aguanté horribles atrocidades, ¡oh extranjeros!, las aguanté. Dios lo sabe; pero todas involuntariamente.

Coro.—¿Y cómo?

Edipo.—En criminal lecho, sin saber yo nada, me ató la ciudad con fatal himeneo.

Coro.—¿Es verdad que de tu madre, según con horror he oído, gozaste el placer de amor?

Edipo.—¡Aayyy!, me mata el oír tal cosa, extranjeros; éstas, en efecto, mis dos...