Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/178

Esta página ha sido corregida
158
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

familia. Ellos, menospreciando al padre que los engendró, han preferido sentarse en el trono, empuñar el cetro y gobernar el país; pero no crean quo me han de tener en su ayuda, ni tampoco que les ha de ser provechoso el gobierno de la tierra de Cadmo. Sé muy bien todo esto, no sólo por los oráculos que acabo de oir, sino también por los que recuerdo que Apolo profetizó y cumplió referentes a mí. Envien, pues, si quieren en mi busca a Creonte o a otro cualquier poderoso ciudadano; que si vosotros, joh extranjeros!, queréis prestarme vuestro auxilio a la vez que estas venerables diosas protectoras de vuestro pueblo, tendréis en mi un gran salvador de vuestra ciudad y un azote para vuestros enemigos.

Coro.—Digno eres, Edipo, de mi conmiseración, lo mismo que estas dos niñas; y ya que tú mismo te manifiestas en lo que acabas de decir como salvador de esta tierra, quiero aconsejarte lo más conveniente.

Edipo.—¡Oh amabilisimo! Aconséjame, que he de hacer cuanto me digas.

Coro.—Ofrece ahora un sacrificio expiatorio a estas diosas, que son las primeras con que aqui te encontraste y cuyo suelo hollaste.

Edipo.—¿De qué manera lo he de ofrecer? Enseñádmelo, extranjeros.

Coro.—Primeramente trae, cogiéndola con manos puras, de esa fuente perenne, agua para las sagradas libaciones.

Edipo.—¿Y cuando haya sacado la pura linfa?

Coro.—Vasos hay, obra de hábil artista, de los cuales has de coronar los bordes y las asas de dos bocas.

Edipo.—¿Con hojas o con lana, o de qué modo?

Coro.—Con lana recién tonsurada de oveja joven.