Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/171

Esta página ha sido corregida
151
EDIPO EN COLONO

asiento, aléjate pronto de esta tierra, no sea que con tu presencia atraigas sobre mi patria alguna nueva desgracia.

Antígona.—¡Respetables extranjeros! Ya que no podéis tolerar a mi anciano padre por haber oído la relación de los actos que involuntariamente cometió, compadeceos al menos de esta desdichada. ¡Os lo suplico, extranjeros! Os lo pido en favor de mi infortunado padre. Os ruego con los ojos fijos en vuestro semblante, como os lo pudiera suplicar una hija de vuestra sangre, que respetéis a este miserable. En vuestras manos, como en las de un dios, está nuestra suerte. Ea, pues, concedednos esta inesperada gracia. Os lo suplico por lo que más querido os sea: por vuestro hijo, por vuestra esposa, por vuestros más sagrados deberes y por vuestros dioses. Considerad y veréis que ningún mortal, sea quien fuere, puede nunca resistir cuando es un dios quien lo empuja.

Coro.—Sabe, hija de Edipo, que nos compadecemos de tí lo mismo que de éste, por causa de su infortunio. Pero por temor a la divina justicia, no podemos añadir nada a lo que tenemos ya dicho.

Edipo.—¿Qué provecho puede uno prometerse de lo que diga la opinión, ni de la gloriosa fama que falsamente corre, cuando dicen que Atenas es ciudad muy religiosa y la única que puede salvar al extranjero desgraciado, y socorrerle en su infortunio? ¿Dónde puedo yo ver esas virtudes, si me hacéis levantar de este asiento y me expulsáis sólo por temor a mi nombre? Pues lo cierto es que ni mi cuerpo os inspira terror, ni tampoco mis actos. Porque de mis actos, más he sido el paciente que el agente; cosa que comprenderíais si pudiese hablaros de los de mi padre y mi madre, por los que tanto horror șentis hacia mí. Esto lo sé muy