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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

Edipo.—Para que de la tierra me eches desterrado.

Creonte.—Del dios depende la concesión que me pides.

Edipo.—Pues a los dioses, muy odioso soy.

Creonte.—Sin embargo, obtendrás eso pronto.

Edipo.—¿Lo afirmas?

Creonte.—Lo que no siento no acostumbro a decirlo vanamente.

Edipo.—Llévame, pues, de aquí ya.

Creonte.—Sigue, pues, y apártate de las niñas.

Edipo.—De ninguna manera las apartes de mi.

Creonte.—En todo no quieras disponer; porque aquello en que has dispuesto no resultó bien para tu vida.

Coro.—¡Oh habitantes de Tebas, mi patria! ¡Considerad aquel Edipo que adivinó los famosos enigmas y fué el hombre más poderoso, a quien no había ciudadano que no envidiara al verle en la dicha, en qué borrasca de terribles desgracias está envuelto! Así que, siendo mortal, debes pensar con la consideración puesta siempre en el último dia, y no juzgar feliz a nadie antes de que llegue al término de su vida sin haber sufrido ninguna desgracia.