Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/124

Esta página ha sido corregida
104
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

Tiresias.—¿Verdad? Pues yo te ordeno que persistas en el cumplimiento de la orden que has dado, y que desde hoy no dirijas la palabra ni a éstos ni a mí; por que tú eres el ser impuro que mancilla esta tierra.

Edipo.—¿Y asi, con tanto descaro, lanzas esa injuria? ¿Y crees que has de escapar sin castigo?

Tiresias.—Nada temo, pues mantengo la verdad, que es poderosa.

Edipo.—¿De quién lo sabes? No será de tu arte.

Tiresias.—De tí; porque tú me hiciste hablar contra mi voluntad.

Edipo.—¿Qué has dicho? Repítelo para que lo entienda bien.

Tiresias.—¿No lo has entendido ya? ¿Es que hablé a una piedra?

Edipo.—No tanto que pueda responderte; repitelo.

Tiresias.—Repito que tú eres el asesino de Layo, a quien deseas encontrar.

Edipo.—Te aseguro que no repetirás con tanto gozo la mortificante injuria que por dos veces me has lanzado.

Tiresias.—¿Quieres que diga otras cosas que aumentarán tu desesperación?

Edipo.—Di cuanto quieras, que en vano hablas.

Tiresias.—Digo, pues, que tú ignoras el abominable contubernio en que vives con los seres que te son más queridos; y no te das cuenta del oprobio en que estás.

Edipo.—¿Y crees que impunemente puedes continuará siempre calumniandome?

Tiresias.—, -Si; porque alguna fuerza tiene la verdad.

Edipo.—La tiene, pero no en ti. En ti no puede tenerla, porque eres ciego de ojos, de oido y de entendimiento.