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BOMAN : LAS RUINAS DE TINTI EN EL VALLE DE LERMA

Puntas de flechas de obsidiana son comunes en un gran número de localidades prehistóricas de toda la región andina argentina, pero llama la atención que en la literatura geológica no se halla ningún dato sobre yacimientos naturales de este mineral, de donde los indios pudieran haber sacado la materia prima para sus flechas. La única información que he podido obtener al respecto proviene del doctor Pablo Groeber, geólogo de la Dirección General de Minas y Geología, quien ha encontrado masas de obsidiana in situ, como roca, en la Cordillera, cerca de la Laguna del Maule, sobre el límite de la provincia de Mendoza, territorio del Neuquen y república de Chile, es decir, en una región situada completamente fuera de la ocupada por la civilización andina prehispánica argentina. Más al norte, en las cercanías del Río Grande, en el sur de la provincia de Mendoza, el doctor Franco Pastore, igualmente geólogo de dicha repartición, ha encontrado en el suelo arenoso dos pequeñas lascas de obsidiana que no podían haber sido llevadas allí por manos de hombre. En el museo mineralógico de la Dirección General de Minas y Geología no existe sino una muestra de obsidiana, procedente del Salar de Caurchari, en el territorio de Los Andes. La obsidiana es un producto de erupciones volcánicas de materiales muy ácidos, y, según tuvo a bien comunicarme el doctor Pastore, el territorio de Los Andes constituye justamente la zona principal de volcanes ácidos, aunque allí no se haya encontrado nunca la obsidiana in situ, sino solamente en fragmentos sueltos, quebrados. Sin embargo, esto no excluye la posibilidad de que existieran yacimientos en las partes de la Cordillera pertenecientes a Catamarca, La Rioja y San Juan. El problema es interesante, pues con un conocimiento exacto de los yacimientos podríamos deducir, si los indios prehispánicos han buscado este material, para ellos precioso, en las mismas comarcas que habitaban, o si la obsidiana ha sido un artículo de intercambio comercial entre regiones lejanas.

El ocre amarillo, hallado en una sepultura, forma una masa redondeada de unos 4 × 3 centímetros, es de estructura muy fina y tiñe inmediatamente los dedos al tocarlo. Ha servido probablemente para pintar la cara o el cuerpo.


Pasaremos ahora a un descubrimiento muy curioso que hizo el señor de Carles. En el límite del pueblo, un poco afuera de las casas, encontró dos construcciones subterráneas cilindricas, parecidas a las construcciones sepulcrales anexas a las habitaciones antes descritas, pero mucho más grandes, designadas con las letras C y D en el cro-