ó vasos de forma no común, como los números 829, 1382 y 1383 (de los entierros 72 y 74)[1], tienen relación, cronológicamente, con la época incaica de la Argentina, y pertenecen por eso á la última etapa de la civilización argentina en general. Naturalmente, una separación completa de los tipos de diferentes épocas no se puede efectuar sino en presencia de los objetos mismos, y no con la descripción general de los hallazgos encontrados durante las exploraciones. Pero el hecho de que tipos como los números 829, 1038, 1382, 1383, 1921 se usaban todavía en la época incaica, despierta la sospecha de que también entierros como los números 8, 27, 32, 87, 102, 104, 117, 133, 139, 173, 174, 185, 189, 193, 198, acompañados de vasos parecidos, pertenecían á los tiempos cercanos de la época citada. Parece que la ornamentación con klimankistrones de línea redonda se usó más en tiempos recientes que en tiempos antiguos, y no lo contrario; este hecho ayuda la determinación cronológica de varios de los tipos representados. Pero el hecho más importante, me parece, es que las urnas funerarias de estilo de Santa María y de otros relacionados, cayeron en desuso en el tiempo incaico ó tal vez antes. Esta enseñanza que nos dan los cementerios de La Paya, coincide con el hecho de que los cementerios respectivos de Santa María, Pampa Grande y otros, no presentan ni rastros de objetos incaicos.
Es pues necesario, distinguir dentro de la civilización calchaquí, un período preincaico y otro más moderno que se extendió hasta la entrada de los incas en la Argentina. En La Paya, entierros como los números 35, 57, 62, 160, 166, 167 y otros, me parece, remóntanse á aquel período más antiguo.
Queda por definir la época de los vasos draconianos, tan lúcidamente tratados por el señor Lafone Quevedo. Este arqueólogo eminente encontró cerca de Cuañaryaco tres
- ↑ Ibidem, página 368.