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El último cañonazo de Maipo.

jos castellanos «erizaban sus bayonetas sobre el pecho de las caballos i quedaban sólidos i silenciosos coma una barrera de peñascos».

Esos soldados no habrian sobrevivido a su derrota, si Rodil, que tan célebre se hizo despues en el sitio del Callao, no los forma en columna i se retira con ellos. Cuando los soldados se pusieron en marcha, una campesina de la hacienda de Espejo puso a los fujitivos en confusión, con un rasgo casi increible de patriotismo i de valor.

Desfilaba la columna española por el sendero que de las casas de Espejo conducia al camino real de Melipilla — dice aquel historiador — cuando una mujer, una huasa jóven todavía i arrogante, notando que los acobardados artilleros habian abandonado por el cansancio de las cabalgaduras, un cañon cargado frente a su rancho, salió de su cocina con un tizon, arrimólo al estopin, i la metralla barrió la retaguardia de la columna en retirada.

La historia no ha conservado el nombre de esta mujer animosa como no conserva los de tantos otros héroes humildes a quienes la fosa comun oculta para siempre junto con sus vir-