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Antonia Salas.

ció una mujer animosa, uno de esos espíritus celestes creados esclusivamente para el bien; una de esas mujeres que tienen alas i que llevan consigo, como una atmófera propia, ese encanto irresistible i misterioso que hace nacer la dicha en los corazones desgraciados, i brotar la fé en el alma incrédula. — Esa mujer se llamaba Antonia Salas. — Tenia a la fecha, en 1810, veintidos años. Sin ser una mujer hermosa era una mujer agradable, lo que vale mas que la hermosura sin espresion. Su fisonomía era dulce i triste; parecia que los sufrimientos de la humanidad se reflejaban en ella.

La infancia de esta jóven se habia deslizado en medio de los mas nobles ejemplos de abnegacion; hija de un hombre que habia sido uno de los grandes benefactores de la colonia, don Manuel Salas i Corvalan, fundador del hospicio de Santiago, acompañaba diariamente a su padre a las visitas que hacia a los establecimientos de caridad, a las cárceles i presidios. En esa noble escuela su corazon se retempló con el ejemplo i con los sufrimientos, i aceptó la vida por su faz mas elevada i jenerosa.