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Manuela Rozas.

su fortuna. Entre nosotros — hemos oido repetirlo siempre — es mui fácil encontrar héroes dispuestos a dar por la patria su sangre, pero es mui dificil encontrar quienes le den su dinero. La señora Rozas llevó ambas ofrendas al altar de la revolucion.

Los trabajos de nuestra heroína fueron al fin conocidos del gobierno español: ella no hacia misterio de sus ideas ni se ocultaba para propagarlas, como hoi es de moda. Se la amenazó con castigarla severamente sino observaba otra actitud. Su respuesta arrogante a esta primera amonestacion de la tiranía se hizo popular: — «¿Intentais castigarme porque amo a mi patria? Podeis hacer lo que querais, pero jamas lograreis estinguir en mi corazón ese sentimiento.»

Desde entónces se la espió con la mas estricta vijilancia. Los ajentes españoles rejistraron muchas veces su casa en busca de supuestas correspondencias o de algunos refugiados sospechosos. Se suponia tambien que existia oculto un considerable depósito de armas, de que se aprovecharian los patriotas en la primera oportunidad. En una de esas visitas