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LAS MIL Y UNA NOCHES,

rebozo, pues no trato sino de ayudarte.» Como vió que Aladino nada respondia, «si tienes repugnancia en aprender un oficio,» prosiguió, «con tal que seas hombre de bien, te pondré una tienda surtida de ricos jéneros y esquisitas telas; procurarás venderlas, y con el dinero que saques, te comprarás otras mercancías, y así vivirás con decencia. Piénsalo bien y comunicame lo que determines. Siempre me hallarás dispuesto á cumplir mi promesa.»

Esta oferta halagó mucho á Aladino, á quien no gustaba el trabajo manual, con tanto mas motivo por cuanto tenia bastante conocimiento para comprender que las tiendas de esta clase de jéneros eran aseadas y concurridas, y que los mercaderes estabanbien vestidos y gozaban de mucha consideracion. Manifesto al mago africano, «á quien miraba como á tio suyo, que su inclinacion le llevaba mas hácia la profesion de mercader que otra alguna, y que toda su vida le agradeceria el bien con que le brindaba. «Ya que te gusta esa profesion,» repuso el mago africano, «mañana te llevaré conmigo y te haré vestir con decencia y segun corresponde á los principales mercaderes de la ciudad, y pasado mañana te pondré una tienda tal cual tengo ideado.»

La madre de Aladino, que basta entónces no habia creido que el mago africano fuera hermano de su marido, no puso duda en ello despues de lo que prometia hacer por su hijo. Agradecióle sus finas intenciones, y despues de haber exhortado á Aladino para que se hiciera digno de los beneficios de su tio, le sirvió la cena. La conversacion recayó en ella sobre el mistmo asunto, hasta que el mago, viendo que era noche cerrada, se despidió de madre é hijo y se retiró.