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LAS MIL Y UNA NOCHES,

siones necesarias; y como le faltaban platos, fué á pedirlos prestados por la vecindad. Empleó el dia en la cena, y por la tarde, cuando lo tuvo todo pronto, dijo á Aladino: «Hijo mio, tu tio no acertará quizá con la casa, vete en su busca y tráele si le ves.»

Aunque Aladino habia enseñado la casa al mago africano, iba ya á salir cuando llamaron á la puerta. Abrió Aladino y se encontró con el mago africano, quien entró cargado de botellas de vino y de varias clases de frutas, que traia para la cena.

Luego que el mago hubo entregado á Aladino lo que llevaba consigo, saludó á su madre y le pidió que le enseñara el lugar en que su hermano

Mustafá acostumbraba sentarse en el sofá. Hízolo así la mujer, y al punto se postró y lo besó repetidas veces, brotándole lágrimas los ojos y esclamando: «;Pobre hermano mio mio, cuán desgraciado soy de no haber llegado á tiempo para abrazarte otra vez antes de tu muerte!» Aunque la madre de Aladino se lo suplicaba, nunca quiso sentarse en el mismo lugar. «Me guardaré muy bien de hacerlo; pero permitidme que me siente aquí enfrente, y ya que estoy privado de la satisfaccion de verle en persona, como padre de una familia que me es tan querida, pueda á lo menos mirarla como si estuviera presente.» La madre de Aladino ya no volvió á instarle y le dejó ocupar el lugar que le plugo.

Cuando el mago se hubo sentado en el lugar que tuvo por oportuno, empezó