— 35 — cedí, y mandó edificar un alcázar con una cúpula que se ve desde aquí al que llamó Palacio de las lágrimas. Luego que estuvo terminado, hizo conducir á él secretamente el cuer- po de su amante, á quien, á pesar de su magia, ni pudo curar, ni con- servarle la vida, ni aún devolverle el habla. La reina iba con mucha frecuencia al Palacio de las lágrimas. Quise saber lo que allí hacia, y un día me oculté en el palacio. Cuan- do llegó mi esposa á la tumba de su amante, empezó á llorar y & la- mentarse, exclamando: - ¡Oh tumba, tú has destruido la ternura con que yo era amadal [Has venido á ser depositarla del tesoro más precio- so de la tierral Estas exclamaciones me indignaron, porque habéis de saber, señor, que el hombre que la reina lloraba era no un joven príncipe gallardo, sino un horrible negro esclavo. (Caprichos de mujer enamorada! No pude contenerme entonces y saliendo de repente del escondrijo en que edtaba, exclamé también diciendo:— ¡Oh tumba! ¡Por qué no te has tragado á un tiempo á la mujer pérfida é infiel y al horrible amante! Levantóse entonces la reina hecha una furia, y encarándose con- migo: —[Infame! Me dijo, tú eres la causa de mi dolor y todavía vienes á insultar á una amante desesperada. Bien sabía que eres tú quien había privado de la vida al ídolo de mi amor, y harto he disimulado. — Yo fui, sí, le repliqué encolerizado, quien castigó á ese monstruo, y contigo debiera haber hecho otro tanto. Al mismo tiempo desenvainé mi alfanje, pero ella lejos de intimidarse, cruzándose las brazos, con sonrisa sarcástica me dijo:— Modera tu ira, y al mismo tiempo pro- nunció ciertas palabras cabalísticas, añadiendo:— Por la virtud de mi arte mi^ca, quiero y mando que la mitad de tu cuerpo se convierta en mármol. Luego que la indigna maga me transformó, por medio de otro en- canto, me trasladó á este sitio, se apoderó de mis tesoros y convirtió la capital de mis Estados en el estanque que habéis visto, y en peces á mis vasallos. Los cuatro colores de peces que contiene, significan las cuatro clases de habitantes que había en mis Estados; los blancos eran musulmaneB, los enoamados persas, los azules cristianos y loe amañ- llOB Judíos: lo8 Mttxo omm «m las ooatio islas que daban nombre
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