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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

cemente sobre el motivo de mi retraso, y me dijo que todos los convidados, los emires, los grandes mercaderes y los demás, lo mismo que el kadi y los testigos, me habían aguardado largo rato, pero que al no verme venir habían comido y bebido hasta la saciedad, y se habían ido todos, cada cual por su camino. Después añadió: «En cuanto à tu padre, se ha puesto muy furioso, y ha jurado que nuestro ca- samiento se aplazará hasta el año que viene. Pero joh hijo de mi tio! ¿por qué has procedido de esa manera?»

Entonces le dije: «Ha ocurrido tal y cual cosa.» Y le conté la aventura con pormenores. En seguida cogió el pañuelo que le alargaba, y después de ha- ber leído lo que en él estaba escrito, derramó abun- dantes lágrimas. Y dijo después: «¿Pero ella no te ha hablado?» Yo contesté: «Sólo por señas, de las cuales nada he entendido, y cuya explicación qui- siera que me dieses.» Ella dijo: «¡Oh mi muy amado primo! Si me pidieras hasta los ojos, no vacilaría en sacármelos para ti. Sabe, pues, que para devol- ver la tranquilidad á tu espíritu estoy dispuesta á servirte con toda abnegación y á facilitarte un en- cuentro con esa mujer que tanto te preocupa, y que seguramente está enamorada de ti. Porque esas se- ñas, cuyo misterio lo conocemos nosotras las muje- res, significan que te ama apasionadamente y que te cita para dentro de dos días. Los dedos coloca- dos entre los dos pechos determinan el número dos, mientras que el dedo entre los labios indica que eres