nemos que casar á nuestro hijo Aziz con su prima Aziza.» Y se puso de acuerdo con ella acerca del día en que se redactaría el contrato, y en seguida se puso á hacer los preparativos para la ceremonia; y fué á invitar á los parientes y amigos, diciéndo- les: «El viernes próximo, después de la oración, va- mos á redactar el contrato de matrimonio de Aziz con Aziza. » Y mi madre fué á avisar por su cuenta á todas las mujeres que conocía y á sus parientes. Y para recibir á los convidados como es debido, mi madre y las criadas de la casa lavaron cuidadosa- mente el salón, hicieron brillar los mármoles de su pavimento, y tendieron las alfombras, y adornaron las paredes con hermosas telas y con tapices labra- dos de oro que guardaban encerrados en los arco- nes. En cuanto á mi padre, fué á encargar los pas- teles y los dulces, y dispuso con todo esmero las grandes bandejas para las bebidas. Y antes de la hora señalada para recibir á los convidados, me en- vió mi madre al hammam para que me bañase, y vino un esclavo detrás de mí con un traje nuevo, el mejor de entre los trajes nuevos que había de po- nerme después de bañarme.
Fui, pues, al hammam, y terminado el baño, me puse el suntuoso traje consabido, que estaba tan poderosamente perfumado, que los transeuntes se detenian para saborear su aroma en el aire.
Y me dirigí hacia la mezquita para asistir á la plegaria que aquel dia de viernes había de prece- der á la ceremonia, pero por el camino me acordé