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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

mirando al rabo iba amarrada la Madre de todas las Calamidades, con la cabeza cubierta por una tiara roja y coronada de estiércol. Y delante de ella marchaba un pregonero, que enumeraba en alta voz las fechorías de aquella maldita vieja, causa de tan- tas calamidades sobre Oriente y Occidente.

Y cuando todas las mujeres y todos los niños le hubieron escupido á la cara, la ahorcaron por los pies en la puerta principal de Bagdad.

Y así pereció, devolviendo á Eblis su alma féti- da por el ano, la pedorra calamitosa, la vieja de fabulosos cuescos, la taimada y perversa descreida Schauahi Omm El-Dauahi. La suerte la traicionó, como ella habia traicionado. Y esto fué para que su muerte pudiera servir de presagio de la toma de Constantinia por los creyentes y del definitivo y fu- turo triunfo en Oriente del Islam sobre la tierra de Alah, a lo largo y á lo ancho.

En cuanto á los cien guerreros cristianos, no quisieron volver á su pais y prefirieron abrazar la fe de los musulmanes.

Y los reyes y el visir Dandán mandaron á los es- cribas más hábiles que apuntaran esmeradamente en los anales todos estos pormenores y aconteci- mientos, á fin de que pudieran servir de ejemplo saludable á las generaciones futuras.


«Y tal es, ¡oh rey afortunado!-siguió diciendo Schahrazada dirigiéndose al rey Schahriar-la es- pléndida historia del rey Omar Al-Nemán, la de