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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

«Esos tiempos tienen que volver de nuevo para ti, ¡oh padre mío! pues fuiste quien me salvó la vida.» Y obligó al encargado á sentarse en los grandes al- mohadones del trono.

Entonces el rey dijo: «¡Quiero que me pidas un favor, pues estoy dispuesto a otorgarte cuanto de- sees, aunque fuese el compartir contigo mi reino! ¡Habla, pues, y Alah te oirá!» Entonces l anciano dijo: «¡Quisiera pedirte una cosa que deseo desde muchos años, pero temo parecerte indiscreto!» Y el rey se apresuró á contestar: «¡Tienes que hablar sin ningún temor!» Y el anciano dijo: «¡Tus órdenes están sobre mi cabeza! He aquí lo que deseo: ¡que me nombres presidente de los encargados de los hammames de la Ciudad Santa, que es mi ciudad!>> Al oir estas palabras, el rey y todos los presentes se rieron en extremo; y el encargado, creyendo que su petición era exorbitante, se vió en el límite de la desolación. Pero el rey dijo: «¡Por Alah! ¡Pideme otra cosa!» Y el visir Dandán se acercó sigilosa- mente al encargado, le pellizcó en una pierna y le guinó un ojo, como diciéndole: «¡Pide otra cosa sin ningún reparo!» Y el anciano dijo: «¡Entonces, joh rey del tiempo! desearía que me nombrases jeque principal de la corporación de basureros de la Ciu- dad Santa, que es mi ciudad!» Al oir estas palabras, el rey y los presentes se vieron acometidos de una risa loca, que les hizo levantar las piernas al aire. Después el rey exclamó: «¡Vamos, padre mio! Es forzoso que me pidas algo que sea digno de ti y que