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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

descreidos. ¡Fortaleced, pues, vuestra alma, y mien- tras llegan vuestros hermanos, calentad vuestros alfanjes con la sangre de los infieles, para ser gra- tos al Supremo Señor de los ejércitos!» Y los dos hermanos besaron las manos del asceta, le dieron las gracias por su abnegación, y le dijeron: «¿Y cómo vas á salir de aquí, cuando nos cercan com- pletamente los cristianos?» Pero la maldita vieja contestó: «¡Alah me ocultará á sus miradas! ¡Y aun- que lograran verme, no me harán ningún daño, porque estaré entre las manos de Alah, que prote- ge á sus verdaderos fieles y persigue á los impios que le niegan!» Entonces Scharkán dijo: «¡Tus pa- labras están llenas de verdad, santo asceta! Te he visto luchar heroicamente en medio del combate, y ninguno de esos perros se atrevia à acercarse á ti, ni siquiera á mirarte. Ahora sólo te falta salvarnos. de entre sus manos, y cuando antes marches para buscar auxilio, mejor será. He aquí la noche. ¡Par- te à favor de sus tinieblas, bajo la égida de Alah el Altísimo! >

Entonces la maldita vieja trató de llevarse con- sigo á Daul'makán, para entregárselo á los enemi- gos. Pero el visir Dandán, que desconfiaba de los manejos de aquel asceta, dijo á Daul'makán lo ne- cesario para impedirlo. Y la maldita vieja tuvo que irse sola, echando miradas de odio al visir.

Respecto á la cabeza cortada del general cris- tiano, la vieja habia mentido, pues no había hecho mas que cortarle la cabeza después de muerto. El