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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

¡No te forjes ilusiones, joh ingenuo! ¡Cree y obe- dece á tu reinal 10 si no, los cuervos del negro espanto graznarán la muerte sobre tu cabeza, y batiendo sus alas, más oscuras que la noche, girarán en torno de tu tumba!»


Después de doblar y sellar el papel, se lo entre- gó á la vieja, que á la mañana siguiente se apresu- ró á entregárselo al príncipe.

Y al leer aquellas palabras tan duras, Diadema comprendió que la esperanza moria en su corazón, y volviéndose hacia Aziz, le dijo: «¡Oh hermano Aziz! ¿qué haremos ahora? ¡Me falta inspiración para escribirle una respuesta decisiva!» Y Aziz dijo: <<¡Voy á tratar de hacerlo en tu lugar y en tu nombre!» Y cogió un papel, y dispuso en él estas estrofas:


  • Señor Dios! ¡por los Cinco Justos, socórreme en

este exceso de mis pesares, y alivia mi corazón ensom- brecido por las zozobras!

>>¡Conoces el secreto cuya llama me abrasa; conoces también la tiranía de la joven cruel que me niega su misericordia!

»Inclino la cabeza y cierro los ojos pensando en la adversidad en que estoy sumido, sin esperanza alguna de redención!

»¡Mi paciencia y mis energias se han acabado ya! ¡Las ha consumido el desencanto de un amor que me rechaza!