Página:Las mil noches y una noche v23.djvu/89

Esta página no ha sido corregida
87
LOS TRAGALUCES DEL SABER...

Los maridos apreciados por sus esposas


«Un día entre los días, se habían reunido en mi morada unas nobles mujeres yemenitas. Y acorda- ron por juramento decirse con toda verdad, y sin disimular nada, cómo eran sus esposos, buenos ó malos.

Y la primera tomó la palabra, y dijo: «¿Mi hom- bre? es feo é inabordable, semejante á una ración pesada de camello encaramada en la cumbre de una montaña de dificil acceso. Y además, tan delgado y tan seco, que no debe tener en los huesos ni un hilo de médula. ¡Una esterilla usada!>>

Y la segunda mujer yemenita dijo: «Del mío, realmente, no debía decir ni una palabra. Porque sólo hablar de él me repugna. Es un animal intra- table, y por una palabra que yo le responda, en seguida me amenaza con repudiarme; y si me callo, me zarandea y me tiene como si me llevara en la punta de un hierro de lanza.»>

Y la tercera dijo: «Por lo que á mi respecta, he aquí á mi encantador marido: si come, lame hasta el fondo de los platos; si bebe, chupa hasta la últi- ma gota; si se acurruca, se encoge y salta sobre sí mismo como una pelota; y si ocurre que tengo que matar á algún animal para sustentarnos, mata siem-