dole luego contra el suelo, y le molió los huesos. Y le cortó la cabeza y la colgó á la cola de su caballo.
Y satisfecha su venganza respecto á Ziad, se dirigió á Hind, á quien había recuperado. Y la ató á dos caballos, fustigándolos y haciéndolos marchar en sentido inverso. Y mientras se partia y destrozaba ella, le gritó: «Muere, ¡oh mujer que tan dulce eras de lengua y tan amarga de pensamientos secretos!»
Y tras de contar esta venganza salvaje, el joven
dijo á sus oyentes: «Ya que aún nos ocupamos de
esa época anterior al Islam bendito, escuchad el
relato que, acerca de las costumbres de las mujeres árabes de aquel tiempo, nos hace la bienamada esposa del Profeta (¡con Él la plegaria y la paz!), nuestra señora Aischah, la más hermosa y alta fisonomía femenina del Islam primitivo, la mujer llena de inteligencia, de pasión, de ternura y de valor, cuya palabra impetuosa tenía el varonil vigor del joven robusto, y cuyo lenguaje elocuente tenía la
belleza sana y fresca de una virgen pura.»
Y dijo este relato de Aischah: