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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

pamento sin ser reconocidos. E hicieron preciosas obscrvaciones acerca de la cuantia del enemigo y la disposición del campo. Y después de algunas horas pasadas en inspeccionarlo todo, el espia Saly dijo á su compañero Sadús: «Todo lo que acabamos de ver me parece suficiente como nociones é informes respecto á los proyectos de Ziad. Y voy á poner al rey Hojjr al corriente de lo que hemos presenciado. Pero Sadús contestó: «Yo no me voy hasta que no tenga detalles todavía más importantes y más precisos.» Y se quedó solo en el campamento de los Kodaidas.

En cuanto cerró la noche, unos hombres de Ziad fueron á hacer la guardia junto à la tienda de su jefe, y se apostaron en grupos de acá para allá. Y temiendo ser descubierto, Sadús, el espía de Hojjr, tuvo un golpe de audacia, y valientemente dió un manotazo en el hombro á un guardia que acababa de sentarse en tierra como los demás, y le apostrofó con acento imperativo, diciéndole: «¿Quién eres?» Y el guardia contestó: «Soy un amigo, ¡oh señor!» Y Sadús repuso con voz clara y firme: «¡Está bien!» Luego fué á sentarse pegado á la tienda del jefe Ziad, sin que nadie pensara en molestarle.

Y he aquí que en seguida oyó hablar dentro de la tienda. Y era la voz del propio Ziad, que, poniéndose al lado de su bella cautiva Hind, la besaba y jugueteaba con ella. Y entre otras cosas, Sadús oyó el diálogo siguiente. La voz de Ziad dijo: «Dime,