cogerá al extranjero cuando del Norte lúgubre soplen los vientos sibilantes que suenan en los ecos?
¡Ay! ¡á aquel que os alimentaba con sus rebaños, ¡oh viajeros! y os protegía con sus armas, le pusisteis y dejasteis en el polvo donde cavasteis su fosa!
¡Le dejasteis en la morada terrible, en medio de estacas puestas en hilera! ¡Y arrojáronse sobre él ramajes sombríos de salamah,
Entre las tumbas de nuestros antepasados, sobre las hace mucho tiempo que pasan los años y los cuales días!
¡Oh hermano mío, hijo del más hermoso de los Solamidas! ¡qué dolor tan lancinante es para mí tu pérdida, que extingue mi resolución y mi valor!
¡La mehara que, privada de su recién nacido, da vueltas en torno al simulacro que le fingen para engañar su ternura, lanzando quejas y gritos de angustia;
Que va y busca, ansiosa, por todos lados; que ya no ramonea en los pastos cuando despierta su recuerdo; que ya no tiene mas que gemidos y saltos medrosos,
No da mas que una débil imagen del dolor que me abruma, ¡oh hermano mio!
¡Oh! ¡jamás cesarán mis lágrimas por ti, jamás se interrumpirán mis sollozos y mis acentos de dolor! ¡Llorad, ojos míos; verted lágrimas inagotables!
Y precisamente con motivo de este poema, el poeta Nabigha El-Dhobiani y los demás poetas reunidos en la feria mayor de Okaz para la recita-