posteridad de Nemrod y de aquel heroico y orgulloso Scheddad, que había vivido la edad de siete águilas, quiso experimentar sin tardanza las virtudes maravillosas encerradas en el sello. Y dijo al que residía en la cornalina: «¡Oh esclavo del anillo! ¿podrías sacar de este subterráneo y llevarlo á la superficie de la tierra, á la luz del día, el tesoro guardado aquí?» Y la voz del Padre de la Dicha contestó: «¡Sin duda alguna, y eso precisamente es para mí la cosa más fácil!» Y Maruf le dijo: «Ya que es así, te pido que saques cuantas riquezas y maravillas hay aquí, sin dejar nada á los que pudieran venir después que yo, pero ni rastro.» Y contestó la voz: «Escucho y obedezco.» Luego gritó: «¡Hola, muchachos!»
Y al punto vió Maruf aparecer ante él doce mancebos muy hermosos, llevando á la cabeza grandes cestos. Y después de besar la tierra entre las manos del encantado Maruf, se irguieron, y en un abrir y cerrar de ojos transportaron afuera, en varios viajes, todos los tesoros contenidos en las tres salas del subterráneo. Y cuando acabaron aquel trabajo, fueron de nuevo á presentar sus homenajes á Maruf, que estaba cada vez más encantado, y desaparecieron como habían venido.
Entonces Maruf, en el límite del contento, se encaró con el habitante de la cornalina, y le dijo: «Perfectamente. Pero ahora quisiera cajas, mulas con sus mulateros, y camellos con sus camelleros, para transportar estos tesoros á la ciudad de Khai-