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CONCLUSIÓN

Las trenzas sombrias de tus cabellos, que te entorpe- cen los talones, y las bandas de tinieblas que te ciñen la frente, me hacen decirte:

«¡Ensombreces la aurora con el ala de la noche!» Pero me contestas: «¡No! ¡no! jes una simple nube que oculta la luna!»


Y el rey Schahzamán descendió á mirar á Donia- zada, la recién casada, y la admiró por todos lados. Y tras de disfrutar así el primero con la contemplación de su belleza, volvió á sentarse al lado de su hermano Schahriar. Y Schahrazada, después de besar á su her- mana pequeña, le quitó su traje color de albaricoque y la vistió con una túnica de terciopelo granate, y la puso como dice de ella el poeta en estas dos estrofas:


¡Te contoneas joh llena de gracia! en tu túnica gra- nate, ligera como la gacela; y á cada uno de tus movi- mientos tus párpados nos lanzan flechas mortales!

¡Astro de belleza, tu aparición llena de gloria los cielos y las tierras, y tu desaparición extenderia tinieblas sobre la faz del universo!


Y de nuevo Schahrazada y las damas de honor bi- cieron á la desposada dar la vuelta á la sala lentamente y á pasos contados. Y cuando Schahzamán la hubo con- siderado y se hubo maravillado, la hermana mayor la vistió con un traje de seda amarillo, limón, rayado con dibujos á lo largo. Y la besó y la estrechó contra su pecho. Y Doniazada era exactamente aquella de quien el poeta había dicho:


¡Aparece como la luna llena en la serenidad de las