pués, por causa mía, te alcanzó á ti á tu vez. Y si no se hubiese descubierto mi desgracia, no te hubieras tú en- terado, ni por asomo, de la tuya. ¡Ay! ¡oh hermano mío! en estos tres últimos años lo he pasado muy mal. Jamás pude gustar realmente el amor. Porque, siguiendo tu ejemplo, cada noche tomaba á una muchacha virgen, y por la mañana mandaba matarla, para hacer expiar á la raza de las mujeres la calamidad que nos había al- canzado á ambos. Pero ahora también quiero seguir el ejemplo que me das, y casarme con la segunda hija de tu visir.>>
Cuando el rey Schahriar oyó estas palabras de su hermano, se tambaleó de alegría, y se levantó en aque- Ila hora y en aquel instante, y fué en busca de su esposa Schahrazada, y la puso al corriente de lo que acababan de hablar él y su hermano. Y así fué como le notificó que el rey Schahzamán se hacía novio oficial de su her- mana Doniazada.
Y Schahrazada contestó: «¡Oh rey del tiempo! damos nuestro consentimiento, pero con la condición expresa de que tu hermano el rey Schahzamán habite en ade- lante con nosotros. Porque ni por una hora podría yo separarme de mi hermana pequeña. Yo soy quien la ha educado; y ella no puede dejarme, como yo no puedo dejarla. Por tanto, si tu hermano acepta esta condición, desde este instante mi hermana es su esclava. Si no, nos quedamos con ella.
Entonces el rey Schahriar fué en busca de su her- mano, con la respuesta de Schahrazada. Y el rey de Samarkanda exclamó: «Por Alah, ¡oh hermano mío! que esa era precisamente mi intención. ¡Porque tampoco yo podría ya separarme de ti, aunque sólo fuera una hora! En cuanto al trono de Samarkanda, Alah le escogerá y