ocupaba de amor. Y por el día llevaba á pastar los bueyes y las ovejas hasta una distancia de tres ó cuatro parasangas; y al oscurecer los llamaba con los sones de su flauta y los volvía á los establos del rey. Y por la noche habitaba el jardin en com- pañía de su bienamada Almendra, rosa de la exce- lencia. Y esta era su ocupación constante.
Pero ¿quién puede afirmar que la dicha más oculta permanecerá siempre al abrigo de las mira- das envidiosas de los censores?
En efecto, la atenta Almendra tenía costumbre de hacer llegar á manos de su amigo, en el bosque, la bebida y la comida necesarias. Y un día, aquella imprudente del amor fué, á escondidas, á llevarle por sí misma una bandeja de golosinas tan delicio- sas como sus labios de azúcar, frutas, nueces y al- fónsigos, todo cuidadosamente colocado en hojas de plata. Y le dijo, ofreciéndole aquellas cosas: <Que sea para ti dulce y de fácil digestión este alimento que conviene á tu boca delicada, ¡oh papagayo de lenguaje dulce y que no debiera comer mas que azúcar!» Y desapareció como el alcanfor.
Y cuando aquella almendra sin corteza desapa- reció como el alcanfor, el pastor Jazmin se dispuso á probar aquellas golosinas preparadas por los de- dos de la hija del rey. Entonces vió acercarse á él al propio tio de su bienamada, un anciano hostil y malintencionado, que se pasaba los días abominando de todo el mundo é impidiendo á los músicos tocar y á los cantores cantar. Y cuando llegó junto al jo-