prudente, resistió á todas las instancias y no fué á casa de Abbassah. Porque le retenía el juramento prestado à Al-Rachid. Y por otra parte, mejor que ninguno sabía cuánta prisa ponía el califa en la ejecución de sus venganzas.
Así, pues, cuando la princesa Abbassah vió que sus instancias y ruegos no obtenian éxito, recurrió á otros procedimientos. De ese modo se conducen las mujeres por lo general, joh rey del tiempo! Va- liéndose, en efecto, de una estratagema, envió á decir à la noble Itabah, madre de Giafar: <<¡Oh madre nuestra! es preciso que me introduzcas sin tardanza en casa de tu hijo Giafar, mi esposo le- gal, lo mismo que si fuese yo una de esas esclavas que le procuras á diario.» Porque la noble Itabah tenía la costumbre de enviar cada viernes á su bienamado hijo Giafar una joven esclava virgen, escogida entre mil, intacta y perfectamente her- mosa. Y Giafar no se acercaba á la joven mien- tras no se había regalado y saturado de vinos ge- nerosos.
Pero la noble Itabah, al recibir aquel mensaje, se negó enérgicamente á prestarse á aquella trai- ción que queria Abbassah, y dió á entender á la princesa los peligros que para todos tenia aquello. Pero la joven esposa enamorada insistió, apremian- te hasta la amenaza, y añadió: «Reflexiona ¡oh ma- dre nuestra! en las consecuencias de tu negativa. Por mi parte, mi resolución es irrevocable, y la llevaré á cabo á pesar tuyo, cueste lo que cueste.