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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

la tribu de los que saben ser generosos y sin repro- che, de los que saben ser magnificos con los extran- jeros, y de los que saben, en fin, dar buenos sabla- zos, si hay necesidad!» Luego añadió: «Pero dime cuáles son tu linaje y tu genealogía, ¡oh caballero que no eres de aqui!» Y el califa, cada vez más ma- ravillado del giro de lenguaje de la joven árabe, le dijo, sonriendo: «¿Acaso tienes, además de tus en- cantos, conocimientos de genealogía, ¡oh hermosa niña!?» Y ella dijo: «¡Contesta á mi pregunta, y ya lo verás! Y Al-Mamún, enardecido por el juego, se dijo: «¡Voy á ver si, en efecto, esta árabe conoce nuestro origen!» Y dijo: «Pues bien; has de saber que soy del linaje de los Mudharidas al rojo. »> Y la joven árabe, que sabía muy bien que el origen de aquel apelativo de los Mudharidas venía del color rojo de la tienda de cuero que en los tiempos anti- guos poseía Mudhar, padre de todas las tribus mu- dharidas, no se mostró sorprendida de las palabras del califa, y le dijo: «Está bien; pero dime de qué tribu de los Mudharidas eres.» El contestó: «De la más ilustre, la más excelente en paternidad y ma- ternidad, la más grande en antepasados gloriosos, la más respetada entre los Mudharidas al rojo.» Y dijo ella: «¡Entonces eres de la tribu de los Kinani- das!» Y Al-Mamún, sorprendido, contestó: «¡Es ver- dad! ¡soy de la gran tribu de los Bani-Kinanah!» Y ella sonrió, y preguntó: «Pero ¿á qué rama de los Kinanidas perteneces?» El contestó: «¡A aquella cuyos hijos son los más nobles de sangre, los más