Página:Las mil noches y una noche v23.djvu/151

Esta página no ha sido corregida
149
LOS TRAGALUCES DEL SABER...

cho Abdalah de tu estado precario y de la miseria en que se encuentran sumidos los tuyos. Pideme, pues, cuanto quieras, y te será concedido en esta hora y en este instante.» Y el poeta, dominado por la emoción que le embargaba á la vista de las dos danzarinas, no comprendió siquiera el sentido de las palabras del califa; y aunque lo hubiese com- prendido, no se habría preocupado de pedir dinero ó riquezas. Porque en aquel momento dominaba su espíritu una sola idea: la belleza de las dos danza- rinas y el deseo de poseerlas para él solo y de em- briagarse con sus ojos y su influencia.

Asi es que respondió á la proposición generosa del califa: «¡Alah prolongue los dias del Emir de los Creyentes! Pero tu esclavo ya está colmado de beneficios del Retribuidor. ¡Es rico, no carece de nada, vive como un emrir! Sus ojos están satisfe- chos, su espíritu está satisfecho, su corazón está satisfecho. Y por otra parte, hallándome, como me hallo aquí, en presencia del sol y entre estas dos lunas, aunque estuviera en la más negra de las mi- serias y en la inopia absoluta, me consideraría el hombre más rico del Imperio! >>

Y el califa Abd El-Malek quedó extremada- mente complacido de la respuesta, y al ver que los ojos del poeta expresaban vehementemente lo que no decía su lengua, se levantó y le dijo: «¡Oh Ibn Abu-Atik! estas dos jóvenes que ves aqui, y que hoy mismo me ha regalado el rey de los rumis, son propiedad legal tuya y campo tuyo.