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LOS TRAGALUCES DEL SABER...

PERO CUANDO LLEGÓ LA 987.a NOCHE

Ella dijo:

... Y se volvió él á Medina, su país, mientras yo salía del palacio, embriagado con aquella me- lodía.

Y al regresar á mi casa, cogí mi laúd, que es- taba colgado en la pared, y lo templé y armonicé las cuerdas y tonos en los más pequeños detalles. Pero ¡por Alah! cuando quise repetir la música de aquel aire hedjaziense que me habia emocionado tanto, no pude recordar' la menor nota, ni siquiera el tono en que fué cantado, yo, que de ordinario retenía cantilenas de cien coplas oídas casi sin aten- ción. Pero á la sazón había caído entre mi memoria y aquella música un velo de algodón impenetrable, y no obstante todos mis esfuerzos de memoria, no pude repetir lo que tanto me preocupaba.

Y desde entonces, me esforcé dia y noche en llamar á mi memoria aquella música, pero sin nin- gún resultado. Y renuncié con desesperación á mi laúd y á mis lecciones, y me dediqué á recorrer Bagdad, Mossul, Bassra y todo el Irak, preguntan- do por aquella música y por aquel canto á todos los cantores más viejos y á todas las cantarinas más ancianas; pero no conseguí encontrar á nadie que