hasta romperle. Y bajó la cabeza y se recogió en sí misma un instante. Luego dijo á Massrur: «Ve inmediatamente al cuarto de mi hijo Al-Rachid y tráele aquí contigo.» Y Massrur contestó con el oído y la obediencia, y partió.
Y entró en el aposento de Harún. Y en aquel momento Harún estaba ya desnudo en el lecho, con las piernas debajo de la manta. Y Massrur le dijo atropelladamente: «Levántate, en nombre de Alah, ¡oh mi señor! y ven conmigo inmediatamente al cuarto de tu madre, mi señora, que te llama.» Y Al-Rachid se levantó, y vistiéndose de prisa, pasó con Massrur al aposento de Sett Khaizarán.
En cuanto ella vió á su hijo preferido, se levantó y corrió hacia él y le besó, sin decir una palabra, y le empujó á una pequeña habitación disimulada, cerrando la puerta tras él, que ni siquiera pensó en protestar ó pedir la menor explicación.
Y hecho esto, Sett Khaizarán envió á buscar en sus casas, donde estarían durmiendo, á los emires y á los principales personajes del palacio califal. Y cuando estuvieron todos reunidos en las habitaciones de ella, la princesa, desde detrás de la cortina del harén, les dirigió estas sencillas palabras: «En nombre de Alah el Todopoderoso, el Altísimo, y en nombre de su Profeta bendito, os preguntó si oisteis decir alguna vez que mi hijo Al-Rachid haya estado en connivencia, relación ó trato con los enemigos de la autoridad califal ó con los heréticos Zanadik, ó que alguna vez haya tratado de hacer la